Monkey mind

Me gusta llamarla “monkey mind”, esa parte mental activa que no para de parlotear y emite imágenes falsas sobre lo propio o los demás. Ese sueño de mono parlante vive en el hemisferio izquierdo cerebral y habita en la dimensión del arreglo y el control, proyecta toda su energía de pensamiento a futuro y tantas veces vive recordando el pasado. Todos tenemos un “monkey mind” que juzga y exige, tratando de controlar el sentimiento o cualquier cambio o mejora. El cansino mono es una metáfora de nuestra mente programada, un lugar poco amable en el que anidar o construir bienestar. Porque el constructo mental está poblado de daño y mentiras, vive en la inercia, se nutre de pautas negativas y si lo escuchamos demasiado, le acabamos dando crédito ya que se retroalimenta con las mismas repeticiones.

Date cuenta que a esta parte de tí le cuesta mucho reconocer la persona maravillosa que llevas dentro. Lo que todos anhelamos a un nivel profundo- si queremos vivir bien, en estado de bienestar y paz- es que esta programación aflore al consciente y deje de gobernarnos. De lo contrario es más que probable que vivamos con miedos, ansiedad o estrés.

Te animo a calibrar esta parte de ti, confrontarla y con mucha compasión atreverte a dejarla atrás.

Huggin'

Hay dos tipos de abrazos. Los que se dan socialmente, sin conexión. Y aquéllos que damos con la intención de darnos y ser recibidos. Me interesan estos últimos, porque duran más y sobretodo porque son grandes potenciadores del bienestar. Aquéllos en los que nos damos permiso para el contacto, para relajarnos en el otro, conscientes de la potencia generadora de conexión mutua. Estos abrazos activan unos receptores en la piel denominados corpúsculos de Pacini, que son los encargados de enviar las señales al cerebro reduciendo de esta manera la presión arterial. También se ha verificado que mejoran la autoestima, ya que aumentan el estado de ánimo y energía.

Un abrazo sentido fortalece el sistema inmune, al favorecer la creación de glóbulos blancos, las células encargadas de combatir infecciones y enfermedades. Si abrazamos de verdad- que no fuerte- liberamos serotonina y dopamina, generando una gran sensación de bienestar y felicidad en la persona que los da y en la que los recibe.

Abrazar relaja, nos aporta tranquilidad, seguridad y confianza, disminuye el estrés, relaja los músculos y nos hace sentir bien.

Qué reconfortante es un abrazo cuando se recibe de alguien que te quiere y que te respeta. Cuando existe permiso para el contacto y nos abrimos a él, sentimos la protección amorosa que nos llena, y podemos apreciar el maravilloso regalo que nos están ofreciendo.

Nadie lo duda. Son maravillosos los abrazos, pero ¿por qué una gran parte de la sociedad se resiste a ellos?¿por qué no se prodigan más?

Boicot

Es habitual en un proceso terapeútico encontrar resistencias por parte del paciente. La resistencia aflora cuando la voluntad de evolucionar es sobrepasada por el miedo a doler o a desmontarnos a nosotros mismos. Cuando tocamos algunas huellas emocionales que son difíciles de transitar, lo natural es que nuestra mente se resista y se refugie en la pauta defensiva del miedo. Y es que crecer implica, tantas veces, revisar pautas, sentir emociones difíciles y cuestionar algunas conductas o pensamientos habituales.

Algunos mecanismos o señales que indican alguna resistencia a avanzar en terapia son las frases del tipo:

1. No me hace falta, no lo necesito, en realidad no estoy tan mal.

2. No tengo dinero o no tengo tiempo.

3. El terapeuta no es el adecuado.

4. Sentir una evolución y creer que el proceso está cerrado.

El miedo al cambio nos enfrenta a lo desconocido, al peligro o al dolor y hace que nos preguntemos ¿qué pasará si me muestro vulnerable? ¿quién soy si dejo de victimizarme y tomo las riendas de esta situación?

El proceso de la conexión interior denomina “Yo Herido” a esa parte infantilizada de nosotros que creció con mucho miedo y que encuentra eficaces excusas para no resolver los síntomas de su malestar. No encontrar una hora semanal o quincenal para nuestro proceso terapéutico es una forma clara de negación, otra manera de decir “no merezco estar mejor”.

Cuando el terapeuta confronta al paciente con dichas resistencias es una oportunidad para tomar conciencia de los propios boicots, que probablemente darán nacimiento a nuevos frutos.

Contento

Hace años en una formación, una compañera me señalo cómo le había cambiado la vida practicar el contento. Me resonó profundamente y quise explorar más. Me ha llevado años descubrirlo y por momentos, lo saboreo.

El contento sustituye cualquier tentación de apegarse al resultado externo de las relaciones, procesos o hechos concretos. Tiene que ver con el cultivo de la apreciación y el desapego. Es la sensación de estar en el lugar adecuado en el momento presente. Una ligereza que te envuelve cuando percibes madurez y armonía vital. El contento no se debe a una circunstancia favorable o una situación placentera, depende solamente de uno mismo.

El contento nace del desapego, de la certeza que tu capacidad de gozar no depende de elementos externos o la satisfacción en las relaciones. Está relacionado con la aceptación consciente y la madurez. El contento puede ser un destello, una sensación de gozo sosegado que nace de una comprensión madura y profunda. Así como la insatisfacción causa descontento, la satisfacción que nace de la calma profunda, la humildad y y la lucidez, generan contento interior.

Cuando practicamos el método Inter Bonding® para la salud emocional, despertamos nuestra capacidad de sostener estados de contento prolongados; construyendo de raíz una actitud vital y espiritual de aprendizaje saludable.     

Body rules

En terapia y previo al inicio de cualquier proceso señalo y reitero la importancia de observar y escuchar el cuerpo. Sabemos que, desde niños, todas las emociones necesitaron ser expresadas físicamente, y sino, tantas veces, nacieron tensiones, tics, bloqueos o energía dolor.

En mi caso, contemplo el cuerpo de la persona como algo sagrado e íntimo que precisa de una escucha atenta y respetuosa. Por ello, antes de contactar con un paciente le pregunto si me da su permiso, para abrazar o para tocar. Aún recibiendo una respuesta afirmativa, estoy muy al tanto de su comunicación no verbal, de sus reacciones, y de la forma que tiene de asumir y aceptar el contacto.

Vamos trabajando, como parte de su terapia, la relación con su cuerpo y sólo desde una actitud de máximo respeto puedo acompañar hacia un cambio profundo y sanador. Con la ayuda de técnicas como la bioenergética o el Tapping rescato emociones del pasado que no pudieron expresarse en su momento por algún motivo. Al no haberlo sido, algún músculo o parte del cuerpo se endureció para contenerla. Si permitimos que ésto se alargue en el tiempo, la tensión se vuelve crónica y eventualmente, el cuerpo entra en proceso de enfermedad.

Percibir a tiempo los verdaderos mensajes del cuerpo construye una dinámica de prevención saludable, para ello y para comenzar cualquier sesión terapéutica tratamos de responder a algunas cuestiones como:

¿Qué estoy sintiendo? ¿Dónde lo estoy sintiendo? ¿Cómo lo estoy sintiendo?

Continuum

Estar dispuesto a serlo todo no es lo más común. La identificación con la mente racional forma parte de nuestra cultura y es lo habitual. Cuanto más meditamos nos damos cuenta que el mandato del pensamiento adquirido está sobredimensionado, vinculado al viejo paradigma de querer tenerlo todo bajo control.

En un proceso terapéutico podemos aprender a vivir plenamente sin las máscaras de protección del miedo tejiendo un nuevo puente entre un ego sano y la intuición del corazón.

Ser parte de este proceso significa abrirse a lo espiritual y también a lo que venga sin las máscaras psíquicas de defensa y protección. Significa vivir a través de los miedos, con todas sus aristas, aunque duela. Significa que uno se embarca en la experiencia de vivir más sensiblemente, una nave que tantas veces asusta y otras, genera placer, pero que definitivamente, aporta riqueza y verdad.

A veces el miedo es real pero sabemos que un 90% de ellos se nutre de falsas creencias. Nos da miedo vivir plenamente, sentir, conectar con la vulnerabilidad que somos y soltar el caparazón.

Tantas veces una terapia promueve movimientos vitales significativos, y aquéllos que hacen click comparten que cuando llega el dolor, éste es más honesto, también la alegría. Sienten el odio o la impotencia con más claridad, pero también el gozo y el contento.

Necesitamos aprender lo esencial del ser humanos y entregarnos plenamente, y convertirse en las propias potencialidades implica crecer, mover la energía, desarrollar el coraje necesario para ser, atravesar y remover cimientos antiguos y aprendidos, tomar decisiones y sobretodo sumergirse de lleno en el torrente de la vida. Tantas veces, la recompensa soñada es vivir desde la confianza y gozar de una libertad interior.

Deseo

Dejar una profesión o una relación, sanar una herida primal o iniciar un proyecto vital pueden ser oportunidades de crecimiento y desarrollo muy potentes. Pero ¿cuántos podemos reconocer con honestidad que estamos dedicados a nuestra alegría, a descubrir lo que nos hace felices y que actuamos para conseguirlo?

En el trabajo de desarrollarnos y crecer sanando sabemos que las palabras no gobiernan los cambios. Podemos revisar nuestras creencias y observar los pensamientos, pero realmente lo que determinan los cambios duraderos son las acciones conscientes que estemos dispuestos a tomar. Salir de la zona de confort implica coraje y blandura al mismo tiempo, un corazón dispuesto a atravesar la incomodidad de los duelos y la vulnerabilidad abierta para sentir el miedo sin resistirse a él.

Muchas veces, encuentro a personas que llegan a terapia con la ilusión de una solución inmediata o las expectativas de una varita mágica a sus conflictos. Como tejedores, necesitamos ser conscientes que la dicha o el bienestar se construyen con foco y una suma consistente de pequeñas y grandes acciones. Para ello tenemos que estar dispuestos a revisarnos, a cuestionarnos, a cambiar de avenidas, a transitar el miedo o el dolor y también a soltar el control sobre el propio proceso.

Activar la poderosa intención de amarse es el motor y cultivar la confianza, el combustible. Conviene siempre recordar que validar el propio esfuerzo y una abierta disposición son ya una victoria.

Tránsito

Cada final de año nos conecta con la energía de la terminación y en mi caso con un reflejo necesario, hacer balance. Algo que también traslado a mis clientes en dos movimientos introspectivos: lo vivido en el año aún presente y lo que desean hacia lo nuevo. Previo análisis sobre un cuaderno íntimo, acompaño a través de una visualización para reforzar los anhelos del paciente trabajando a nivel analítico, energético y espiritual. Algunos elementos comunes a este ejercicio consiste en:

• observar patrones indeseados en los hábitos, las relaciones y las conductas

• enfocar las nuevas enmiendas en las 5 áreas de vida: física, relacional, organizativa, espiritual y financiera

• recabar lo aprendido en las relaciones vigentes y recientes, así como en los hechos significativos

• activar una actitud de compromiso hacia los nuevos objetivos desde la propia verdad y con tareas concretas

• estar dispuesto a tomar decisiones moviendo el “sentido del barco”

• ejercitar la gratitud y apreciación desde la conciencia de los elementos positivos de la propia vida

• entregarle las enmiendas al universo confiando en un resultado óptimo

Escribirlo, visualizarlo, sellarlo como un compromiso hacia sí es abrirse a volar y materializar los propios sueños. Las cosas cambian cuando nos enfocamos en lo que queremos llevando a cabo acciones amorosas en el propio beneficio. Además cuando somos claros y confiamos, el universo escucha nuestra vibración para manifestar nuestros anhelos.

Y a tí ¿qué te gustaría soltar para dejar definitivamente atrás? ¿qué anhelas aprender con pasión y entrega? ¿cómo visionas tu nuevo año por delante?

Este ejercicio, en mi caso, me ha ayudado a darme cuenta que en esta época del año me gusta celebrarme junto a personas afines con las que conectar, practicar algun retiro espiritual o viajar a un lugar desconocido.

Feliz tránsito a tod@s. Sed felices.

Flechada

En la vieja estación huele a café. Recorro el andén atropellando mis pasos de tacón, casi a ciegas, a través de una niebla abismal. Me siento como una flecha audaz arrastrando la maleta de un adiós. Alejándome del nosotros, tal cual. Cuántas veces visualicé este momento sin moverme del sofá. Sudorando aún, me asiento cerrando los ojos mientras descargo un suspiro animal. Contemplo el amanecer rojizo a través del ventanal dispuesta a dejarme atrás como la estela del frío convertida en humo polar. Soy un corazón nítido en la buhardilla de un bosque de ramas rotas. Un latido dispuesto a soltar y dejar atrás un descosido demasiado familiar.

Ciao, bye, au revoir. Adiós porque mi vida ya no es contigo. Dejo atrás un amor marchito que me ha dejado como la ceniza de un ciempiés.

No hace ni dos horas que te observaba sin pestañear mientras dormías, como un ciervo cornudo descansando en la inocencia del silencio.

Y siento una mezcla de liviandad y extrañeza en mi rostro de mandíbulas rígidas. Y percibo el pulso de mi corazón haciendo más ruido que la voz de la revisora espetando su billete, por favor. Ella, en su amargura, y embutida en su áspero uniforme de color gris, me recuerda a la Rottenmeier. Reconozco que ante las mujeres, soy una sospecha de guardiana institutriz.

El tren agita sus caderas retando mi equilibrio mientras llego a la barra de la socialité del café bar y me embriaga una sensación de calidez. A mi derecha descubro a un hombre atractivo, de larga melena rubia, sosteniendo a un crío de meses.

-¿Ya vas a soñar, verdad? atrapo la dulzura del timbre de su voz.

La criatura balbucea g-h-u-u-s y g-h-a-a-s agitando sus alas sin perder su ángel y siento paz como testigo del ritual de un amor mayúsculo. El le arropa, le acaricia y le arrulla con delicadeza despertándome hacia una hipnosis. El binomio padre e hijo me atrae irremediablemente. Y reconozco el buen amor a la legua, también cada uno de los compartimentos de su mochila amarilla quizá noruega o del Canadá. Tres pañales seguidos, dos biberones con leche a la mitad y un trenecito de madera de color roído. Y les espío, voraz y descarada, cautivada por la ternura de este hombre por sorpresa a mi vera que alguna vez imaginé. Estremecida me dejo envolver por esta nube esencial de amabilidad, tan de verdad. El verbo amar es un presente continuo en el pálpito de mi corazón. Un arrebato en comunión con mi esencia. Y deseo reconocerle más. Porque me estremece un corazón dispuesto. Tan prístino. Y me sonrojo al fijarme en la piel de sus manos huesudas que abarcan la intimidad. Y susurro amor. Porque me estremece la ternura del hombre entregado. Y observando cómo le meces y abrazas me doy cuenta, que ya te soñé, con te de tú, sí, te reconozco y en este lugar veloz del mundo, en la barra del bar, ahora tú eres mi cielo protector. Aunque no lo sepas.

Amo la dicha y ese es mi compromiso, ser amor y por este nuevo viaje sin retorno ni hoja de ruta me abrazo con toda el alma, por siempre. Sin culpa ni vergüenza, arrojada, flechada.

Sí es por fín, no hacerlo, eternidad.

Conciencia plena

Previo a discernir con la persona el asunto en terapia, trato de guiarle a un estado de no-mente. Entiendo este estado meditativo como un simple ejercicio que no está ligado a ninguna cultura. Un acto sencillo que solo requiere voluntad y hábito en el que sentados con la espalda erguida y los ojos cerrados, cultivamos la sensación de estar, en nuestro propio lugar, atentos y en total presencia. Así entrenamos nuestro estado de ser sincronizando la mente y el cuerpo.

En la observación de la propia respiración contribuimos a aliviar la intensidad del pensamiento condicionado al estar plena y completamente presentes.

La intención de abrirnos a la propia receptividad, a la experiencia del momento con amabilidad, más allá de la idea preconcebida de meditar, el juicio o las expectativas, será otra de las claves.

Cuando nos relajamos y apreciamos nuestro cuerpo y nuestra mente ganamos terreno hacia la bondad básica que todos portamos en nuestro interior.

Sentir ternura hacia nosotros mismos nos permitirá percibir con mayor precisión tanto nuestros conflictos como potencialidades. No necesitamos exagerarlos, sí desarrollar el cariño y el aprecio, porque solamente desde este lugar podemos superarnos y ayudar a los otros.

Gracias a esta práctica aprendemos sin engaño a ser auténticos y a estar plenamente vivos.