Dejar una profesión o una relación, sanar una herida primal o iniciar un proyecto vital pueden ser oportunidades de crecimiento y desarrollo muy potentes. Pero ¿cuántos podemos reconocer con honestidad que estamos dedicados a nuestra alegría, a descubrir lo que nos hace felices y que actuamos para conseguirlo?

En el trabajo de desarrollarnos y crecer sanando sabemos que las palabras no gobiernan los cambios. Podemos revisar nuestras creencias y observar los pensamientos, pero realmente lo que determinan los cambios duraderos son las acciones conscientes que estemos dispuestos a tomar. Salir de la zona de confort implica coraje y blandura al mismo tiempo, un corazón dispuesto a atravesar la incomodidad de los duelos y la vulnerabilidad abierta para sentir el miedo sin resistirse a él.

Muchas veces, encuentro a personas que llegan a terapia con la ilusión de una solución inmediata o las expectativas de una varita mágica a sus conflictos. Como tejedores, necesitamos ser conscientes que la dicha o el bienestar se construyen con foco y una suma consistente de pequeñas y grandes acciones. Para ello tenemos que estar dispuestos a revisarnos, a cuestionarnos, a cambiar de avenidas, a transitar el miedo o el dolor y también a soltar el control sobre el propio proceso.

Activar la poderosa intención de amarse es el motor y cultivar la confianza, el combustible. Conviene siempre recordar que validar el propio esfuerzo y una abierta disposición son ya una victoria.