Cuántas veces nos enquistamos en las relaciones, con la pareja, con los hijos adolescentes, nuestro jefe o algún amigo.

Existen dos únicas vías de emprender estos atascos relacionales, la del camino abierto o del aprendizaje mutuo; ó el más arduo y lamentablemente el más común, que es la vía del control o la resistencia mutua. Evidentemente dos o más personas pueden siempre solucionar sus diferencias por el camino de la apertura y el buen talante, para esto el respeto y una actitud abierta son claves.

Cuando una o dos personas involucradas en el conflicto operan desde su yo dañado es imposible una resolución y un avance. Quizá primero sea interesante reconocer cuáles son los pensamientos que conllevan a las conductas de un ego herido:

  • Sé que tengo razón, y solo quiero ganar.

  • Sean o nó razonables mis argumentos, lo que más me importa es salirme con la mía, más allá del sentido común.

  • Necesito sentir que tengo el control para sentirme segur@.

  • Solo quiero evitar el conflicto incluso si eso significa abandonar mi verdad.

  • Solo necesito asegurarme de que no estoy siendo controlad@ por tí.

Cualquiera de estas posiciones anteriores aportará con seguridad más rabia y frustración, además de no resolver el asunto y/o la relación.

En mi experiencia, y por el contrario, si nos posicionamos en un lugar adulto, asertivo y confiado podemos aportar valor y aprendizaje a dicho conflicto. Algunos ejemplos del adulto abierto en un rifirrafe serían:

  • Decidir ser amoroso con uno mismo y con los demás es más importante que tener razón o ganar.

  • Buscar una resolución que funcione bien para ambos sin que ninguno tenga que rendirse.

  • Observar el conflicto como una oportunidad para aprender algo, y estar dispuest@ a arriesgarse a permanecer en él a través de las dificultades que implique.

  • Determinar que aprender las lecciones es más importante que tener la razón o ganar dicho conflicto.

  • Estar dispuest@ a alejarse del conflicto sin resolver, o incluso alejarse de la relación, en lugar de perderse a uno mism@ ó la propia integridad personal.

Sabemos que la gran arena del crecimiento personal son los conflictos con los otros. Cuando alquien está molest@ o enfadad@ es común que a un nivel mas profundo tenga algún miedo, quizá funcione en este caso abrazarle o mirarle a los ojos, o preguntarle sobre su soledad en ese momento afirmando que no está sol@ ante la situación. Desde aquí la persona podría desbloquearse, relajarse o mostrarse más disponible para abrir un diálogo constructivo basado en el respeto mutuo.

Es cierto que, lo más común, sobretodo con compañeros de trabajo o personas no tan cercanas, es que la persona no se abra o no esté dispuest@ a salir de su afán de tener la razón o defenderse. En estos casos, lo más amoroso para el adulto es retirarse del conflicto y ocuparse de uno mismo, la actitud del aprendizaje siempre es una buena resolución así como responsabilizarse de la propia impotencia por el desencuentro.

A menudo también es muy valioso contar con un tercero que pueda resolver el conflicto: un facilitador o un terapeuta.