La quietud es uno de los pilares del trabajo terapeútico en sesiones. No me refiero a estar quietos sino a un estado del ser.  A una cualidad innata dentro de cada uno.

Cuando entrenamos la quietud comenzamos con la activación de esa misma intención. El anhelo de conectar con esa cualidad. Es un lugar interno que entrenamos, y que vamos afinando con cada nueva sesión o práctica. Encontraremos obstáculos si nos acercamos desde el mapa de la mente, posiblemente por la dispersión de los pensamientos o algunas expectativas.

La conciencia de observar el cuerpo, activar los cinco sentidos, la sensibilidad receptiva, la atención a las sensaciones o la propia respiración serán algunos de los apoyos fundamentales para alcanzar estados sostenidos de quietud.

Muchas personas se pierden a sí mismas mientras viven, olvidan aquietarse y se desconocen por completo, transitan inconscientes, ignorantes de su potencial brillo y autenticidad. 

Es maravilloso darnos cuenta de la propia quietud, es una buena sensación porque conectamos con un fluido de energía viva y amorosa.

La quietud es vital para el mundo del alma, es un buen aliado para tejer las heridas, para conectar con el gozo innato y la creatividad.