Quietud

La quietud es uno de los pilares del trabajo terapeútico en sesiones. No me refiero a estar quietos sino a un estado del ser.  A una cualidad innata dentro de cada uno.

Cuando entrenamos la quietud comenzamos con la activación de esa misma intención. El anhelo de conectar con esa cualidad. Es un lugar interno que entrenamos, y que vamos afinando con cada nueva sesión o práctica. Encontraremos obstáculos si nos acercamos desde el mapa de la mente, posiblemente por la dispersión de los pensamientos o algunas expectativas.

La conciencia de observar el cuerpo, activar los cinco sentidos, la sensibilidad receptiva, la atención a las sensaciones o la propia respiración serán algunos de los apoyos fundamentales para alcanzar estados sostenidos de quietud.

Muchas personas se pierden a sí mismas mientras viven, olvidan aquietarse y se desconocen por completo, transitan inconscientes, ignorantes de su potencial brillo y autenticidad. 

Es maravilloso darnos cuenta de la propia quietud, es una buena sensación porque conectamos con un fluido de energía viva y amorosa.

La quietud es vital para el mundo del alma, es un buen aliado para tejer las heridas, para conectar con el gozo innato y la creatividad.

Baby steps

Muchas veces lo que nos impide escuchar y acoger nuestras emociones es su intensidad. Nos agobiamos o las tememos y desaprovechamos toda la información que aguardan para nosotros.

Seguramente cuando fuimos niñ@s aprendimos a evitar el dolor, quizá porque aprendimos a creer que podíamos morir o que nos iba a hacer más daño. Y es cierto que nuestros cuerpos pequeños no podían manejar una energía tan fuerte, por tanto seguramente aprendimos a negarlo. Es por esto que, aún hoy en el presente, de adultos, nos sigue dando mucho miedo sentir o mostrarnos vulnerables.

La buena noticia es que nuestro cuerpo maduro puede alojar y sostener hasta los torrentes emocionales más intensos y si estamos dispuest@s a recibirlos son un valioso tesoro al servicio del autoconocimiento.

Comparto algunos pasos que podrían ayudarte a rebajar la carga emocional de tus sentimientos:

1. El simple hecho de querer y estar dispuestos a recibirlas es el primer movimiento, activar la intención de asumir la propia capacidad de respuesta (responsabilidad).

2. En el momento de malestar, tensión o incomodidad, sentarse con los pies bien apoyados en el suelo. A continuación, tomar tres respiraciones profundas imaginando que inhalas y exhalas luz, observa internamente cómo recorres tu cuerpo desde los pies hasta la coronilla. Podrías ampliar esta visión corporal en conexión con el centro de la Tierra, el Sol o el Universo.

Una vez hecho ésto, conviene seguir tomando conciencia de la respiración procurando meter el aire hasta el abdomen, y en adelante, golpear suavemente con las yemas de los dedos durante unos 20 segundos el área del esternón.

3. En este penúltimo paso es clave reconocer que se está sintiendo algo, que hay una emoción tratando de expresar algo, no negarla ni evadirla ya que cuando lo hacemos la carga emocional del sentimiento se vuelve más incómoda e intensa. El miedo, la rabia o la impotencia por ejemplo podrían reconocerse, y nombrarlas. Incluso si no se identificara, puedo verbalizar en voz alta: “me siento mal, puede que sea miedo y esto es lo que ahora atravieso” sino con pensarlo y reconocerlo será suficiente para mitigar la intensidad.

Si la carga emocional es demasiado fuerte no hagas esto y quizá convenga buscar el acompañamiento de un profesional o alguna persona muy amorosa que no te juzgue, y a la que le tengas mucha confianza para que te escuche y esté presente sin más.

4. Validar al sentimiento con aceptación y amor incondicional. La compasión es lo contrario al juicio, cuanta más empatía sentimos hacia el dolor, mayor será la confianza y la calma que vendrán después.

Reconocer, validar y aceptar este proceso emocional son la clave para mostrar autocompasión. Aquí puedes abrazar y contener una almohada o un peluche para representar a tu niño interior.

Observo a diario en consulta que estos pasos ayudan mucho a practicar el método de la conexión interior (Inner Bonding®) con el que aprendemos a identificar las emociones en el cuerpo, así como su óptima gestión para ganar claridad, tomar decisiones, sentirnos en calma y ayudar al sistema nervioso a regularse.

War

Cuántas veces nos enquistamos en las relaciones, con la pareja, con los hijos adolescentes, nuestro jefe o algún amigo.

Existen dos únicas vías de emprender estos atascos relacionales, la del camino abierto o del aprendizaje mutuo; ó el más arduo y lamentablemente el más común, que es la vía del control o la resistencia mutua. Evidentemente dos o más personas pueden siempre solucionar sus diferencias por el camino de la apertura y el buen talante, para esto el respeto y una actitud abierta son claves.

Cuando una o dos personas involucradas en el conflicto operan desde su yo dañado es imposible una resolución y un avance. Quizá primero sea interesante reconocer cuáles son los pensamientos que conllevan a las conductas de un ego herido:

  • Sé que tengo razón, y solo quiero ganar.

  • Sean o nó razonables mis argumentos, lo que más me importa es salirme con la mía, más allá del sentido común.

  • Necesito sentir que tengo el control para sentirme segur@.

  • Solo quiero evitar el conflicto incluso si eso significa abandonar mi verdad.

  • Solo necesito asegurarme de que no estoy siendo controlad@ por tí.

Cualquiera de estas posiciones anteriores aportará con seguridad más rabia y frustración, además de no resolver el asunto y/o la relación.

En mi experiencia, y por el contrario, si nos posicionamos en un lugar adulto, asertivo y confiado podemos aportar valor y aprendizaje a dicho conflicto. Algunos ejemplos del adulto abierto en un rifirrafe serían:

  • Decidir ser amoroso con uno mismo y con los demás es más importante que tener razón o ganar.

  • Buscar una resolución que funcione bien para ambos sin que ninguno tenga que rendirse.

  • Observar el conflicto como una oportunidad para aprender algo, y estar dispuest@ a arriesgarse a permanecer en él a través de las dificultades que implique.

  • Determinar que aprender las lecciones es más importante que tener la razón o ganar dicho conflicto.

  • Estar dispuest@ a alejarse del conflicto sin resolver, o incluso alejarse de la relación, en lugar de perderse a uno mism@ ó la propia integridad personal.

Sabemos que la gran arena del crecimiento personal son los conflictos con los otros. Cuando alquien está molest@ o enfadad@ es común que a un nivel mas profundo tenga algún miedo, quizá funcione en este caso abrazarle o mirarle a los ojos, o preguntarle sobre su soledad en ese momento afirmando que no está sol@ ante la situación. Desde aquí la persona podría desbloquearse, relajarse o mostrarse más disponible para abrir un diálogo constructivo basado en el respeto mutuo.

Es cierto que, lo más común, sobretodo con compañeros de trabajo o personas no tan cercanas, es que la persona no se abra o no esté dispuest@ a salir de su afán de tener la razón o defenderse. En estos casos, lo más amoroso para el adulto es retirarse del conflicto y ocuparse de uno mismo, la actitud del aprendizaje siempre es una buena resolución así como responsabilizarse de la propia impotencia por el desencuentro.

A menudo también es muy valioso contar con un tercero que pueda resolver el conflicto: un facilitador o un terapeuta.

 

 

 

 

 

 

 

 

X-Mas

Comienza el solsticio de invierno y la aclamada navidad con su ímpetu, excesos, estrés y compromisos.

En lo emocional, tantas veces, se despierta en nosotros la ambivalencia del niñ@ vulnerable, emociones intensas y también, contradictorias.

En mi experiencia, la brecha entre lo que deseamos y lo que realmente sucede suele ser amplia. A mí me funcionan estos recordatorios y tips que confío te inspiren para gozar y conectar con tu mejor versión en estas fechas retadoras:

1. El regalo eres tú. Practica la apreciación. Cuando interactúes con alguien, más que nombrar unas rápidas "Felices fiestas" dí palabras de agradecimiento y ofrece una sonrisa. Haz que sientan tu buena voluntad.

2. Piensa en los demás. Al dirigirles tu atención puedes darte unas vacaciones del ego.

3. Activa la empatía, ten en cuenta que ésta también puede extenderse a conectar con la felicidad del otro no solamente las emociones más incómodas.

4. Sé fácil contigo mism@ y tómate un tiempo todos los días para relajarte y meditar. Aparca la autoexigencia y la perfección.

5. Aléjate de la toxicidad. Cuando te encuentres en presencia de tensión, estrés y conflicto, no te unas a ellas. Haz tu mejor esfuerzo para alejarte tan pronto como puedas. La toxicidad también se extiende al alcohol. Cuanto más alcohol bebes, menos consciente eres y más baja es tu frecuencia.

6. Pon límites en tus interacciones sociales. Si te sientes incómod@, dáte permiso para expresarlo o alejarte de la situación. Tu vibración merece un respeto.

7. Sé reflectiv@ y observa las respuestas reactivas. Si te das cuenta de estás repitiendo automáticamente un patrón reactivo del pasado, haz una pausa, respira y luego comienza de nuevo desde tu experiencia presente. Estar apretado en tu conciencia, apoya la mente reactiva.

8. Busca nuevas respuestas. Una vez que dejas de reaccionar, se abre un espacio para una nueva respuesta. Mira a tu alrededor, abre los ojos a algo, céntrate y quédate callado por un momento. El punto es salir de la conciencia restringida y mantener una mirada abierta, receptiva y confiada.

9. Concéntrate en lo espiritual. La inspiración es una cualidad interna. Recurre a la poesía o las escrituras que te inspiran, y encontrarás en ellas algo precioso: la comunicación íntima desde el corazón y el alma de otra persona.

10. Activa la intención sobre cómo quieres vivir tu tiempo. Puedes sentarte en silencio con los ojos cerrados y visualizar con palabras, “haré de mi casa, un templo” ó “quiero alegría” ó “estar en paz”. Al decir cada frase, haz una pausa y siente cómo las visualizas y sientes dentro de tí. Ayuda mucho poner tu atención en el corazón. Nadie puede pretenderlo por tí excepto tú, y cuando las sientes dentro, construyes autosuficiencia y te vuelves menos dependiente de los demás. Intenta repetir este ejercicio todos los días durante esta época del año.

Gracias por estar a mi lado. Feliz solsticio.

Sabotaje

Observo en consulta un miedo a estar bien, a gozar del propio brillo o a sostener el contento.

La manifestación de estos temores suelen ser conductas autolesivas que niegan inconscientemente la propia felicidad. Este sabotaje es muchas veces difícil de superar, sobretodo si se basa en la negación.

Descuidar la salud en general, pasar tiempo con personas tóxicas y tolerar el hastío o aburrimiento son tres síntomas muy comunes de autolesión.

Cuando esta conducta autolesiva se centra en las relaciones, éstas tienden a gravitar en la negatividad o vínculos dañinos. Cuando elegimos personas tóxicas conviene revisar las creencias en torno a las relaciones auténticas y saludables, por ejemplo podría ser “yo no merezco rodearme de personas honestas, claras o bondadosas” ó “no soy digna de algo mejor”. Un buen comienzo sería observar a los amigos y la pareja ¿resuenan con el dolor pasado? ¿tu pareja tiene rasgos de personalidad o comportamientos que recuerdan a un padre abandonador o a un cuidador abusivo?

Si profundizamos de raíz en esta tendencia tóxica seguramente encontremos personas que han experimentado una pérdida significativa, dolor o trauma, haciendo de la felicidad algo que se desea y se teme.

Debido a infancias negligentes, muchas personas creen que no son dignas de ser atendidas en cuestiones de salud física o mental y no consideran hacerse chequeos regulares o atender a sus citas anuales de revisión. Tantas veces, el progreso es aprender a cuidarse ya que no tuvieron modelos de cuido y conducta sanos en sus familias de origen.

Igualmente los sentimientos de aburrimiento pueden ser señales claras de problemas más profundos. Por ejemplo, muchos de los que han desarrollado una respuesta de trauma de "huida" recurren a distracciones como la tecnología, la adicción al trabajo o a sustancias, rutinas de entrenamiento excesivas u otros comportamientos compulsivos como una forma de automedicarse y alejar los sentimientos más vulnerables.

Nadie es inmune al autosabotaje sin embargo con un trabajo terapeútico profundo y de revisión de las propias creencias y el propio valor, es posible sanar de raíz estas conductas lesivas.

Patientia

El proceso terapéutico significa una relación vertical con unos objetivos previamente acordados. Tantas veces, es la propia intuición del cliente el motor que impulsa la decisión; otras, el entorno de la persona que logra convencer al paciente. En este último caso es una relación arriesgada ya que la propia voluntad de asumir la responsabilidad de la decisión es fundamental a la hora de comenzar el proceso.

Otra característica fundamental del viaje terapéutico es que, al ser una relación vertical, la intencionalidad, debe ser siempre hacia abajo, es decir, hacia el paciente. Todo el proceso es para su beneficio ya que el protagonismo es exclusivamente suyo, cada paso se concatena por y para él. Aquí la paciencia y la neutralidad del terapeuta son fundamentales, ya que como profesionales precisamos no solamente revisar los casos con otros compañeros, sino confrontar de manera constante nuestra propia sombra.

Una terapia es una relación profesional en la que nos expresamos y actuamos para estimular algo en el interior del paciente. Le acompañamos hacia donde vaya. Le aceptamos haga lo que haga. Le quiero por ser él. Él decide los objetivos y cada paso debe ser aceptado por él.

El terapeuta no tiene pócimas mágicas ni tiene la capacidad de sanar, es el propio paciente el que asume la responsabilidad por su proceso de autoindagación y ello implica altas dosis de autonomía. Para desarrollar sus destrezas profesionales, el terapeuta tiene dos procesos paralelos: la formación profesional y su propia psicoterapia personal. Será en esta última donde irá incorporando ciertas habilidades de su propio terapeuta, aprendiendo por modelaje a la vez que experimentará desde dentro todo el proceso de cambio. Hará consciente el proceso por el que va resolviendo a su ritmo. Madurará y favorecerá la incorporación de ciertas habilidades necesarias para una buena práctica profesional, como por ejemplo la paciencia.

La cualidad de la paciencia va unida al respeto del ritmo del paciente, fundamental para que el proceso sea siempre suyo y no del terapeuta. Es necesario llenarse de calma y de honestidad para, aún viendo e intuyendo cuál va a ser el camino, esperar a que nuestro cliente resuelva y decida por sí mismo sin adaptarse al terapeuta. Darle tiempo para que elabore por sí mismo los pasos de su camino. Que aprenda a resolver de forma autónoma los conflictos y vaya descubriendo, siempre bajo nuestra protección y acompañamiento.

De este modo, la terapia podrá fluir en este viaje profundo y maravilloso hacia su sanación y libertad.

 

Lettin' go

En mi experiencia, la vida nos regala situaciones y relaciones a favor del proceso del darnos cuenta o vivir conscientes.

Lo observo, tantas veces, como un juego orquestado por una mano amiga, sabia y creativa que nos regala oportunidades para despertar nuestra versión más poderosa.

Cuando sanamos, crecemos, aunque duela. Y todos tenemos la capacidad de hacer consciente lo inconsciente.

Bajo este prisma, una de las facetas que entrenamos en terapia es la atención.

Junto al cliente ejercitamos la capacidad del darnos cuenta a través de dinámicas de atención- mindfulness-.

Se trata de observar el momento mágico en el que algo en nosotros suelta aspectos como la vieja pauta o una forma caduca de actuar.

Soltar y abrir, vivencias de íntima liberación- insights- que conllevan la sutil escucha de esa parte creativa de uno mismo que demanda un nivel mas profundo desde el que mirar.

Mi propuesta es que vivamos cada día con desapego, soltemos lo viejo sin que lo nuevo haya llegado aún. Digamos más veces adiós, sin resentimiento ni rechazo, al "más de lo mismo” soltando apegos, inercias o patrones automáticos que yá forman parte de una zona transitada o demasiado confortable. Sabemos que la vida es un cambio continuo donde el propio cambio es lo único que permanece.

Observemos el gozo que se produce al sentir cuando se desprenden viejas pautas o relaciones caducas.

Propongo dejar ir y saludar con alegría los momentos de apertura a lo íntimamente nuevo, hay una libertad profunda en el vivir sin apego.

Atención al cambio.

Atención a lo imprevisto.

Sé consciente, abrázalo todo y déjalo ir.

Rebirthin'

Este verano he vivido un potente proceso de renacimiento con sus duelos, nuevos nacimientos y emociones a flor de piel.

Soy más de ritmo pausado y cuando atravieso transformaciones potentes, necesito restaurarme y rescatar la templanza. El caos y el estrés me parecen emociones difícilmente navegables.

Ahora a las puertas de un nuevo otoño observo estas transiciones algo sincrónicas.

En este momento del año me reafirmo, me encanta la energía fresca para la autorreflexión, la oportunidad para reconocer la dualidad de la luz y la oscuridad, y su difícil equilibrio.

La naturaleza del otoño y su impulso descendente nos invita a contemplar, también a plantar raíces enraizando nuevos proyectos en la tierra.

Me encanta este tiempo para iniciar, soltar, dejar atrás lo viejo y restaurar la armonía entre el mundo externo e interno.

Aprovechar este momento particularmente significativo para renacer y transformar. Espiritualmente el significado del equinoccio del otoño nos lleva a despejar caminos para nuevos comienzos.

Comparto algunas prácticas que me funcionan para sintonizar con el ritmo de la energía otoñal:

-abrir el espacio para observar hacia adentro, meditando, gozando en intimidad.

-restaurar el alimento del alma, inaugurar un diario, escribir, pintar, respirar y regalarnos espacios para silenciar la mente.

-conectar con la energía del bosque, contemplando el duende del otoño.

-honrar a los propios antepasados, durante esta época el velo entre este mundo y el siguiente es más delgado.

-comenzar nuevos caminos y propósitos: enraizar proyectos, iniciar aprendizajes, emprender mudanzas.

-nutrirse con alimentos de temporada, cremas y bebidas calientes con especias.

A medida que la luz del día baila en la oscuridad, cultivo la introspección y recuerdo la sabiduría perenne. Cuando respiro las mañanas de otoño en mi jardín particular me nutro de inspiración para crear, el descanso es más profundo y la sensación de renacer es pura.

En esta tiempo caótico de extremos e incertidumbre, el reto consiste en vivir conscientes y en armonía con los propios ritmos, a la vez que encontramos una puerta de acceso a la sabiduría en cada fase.

Feliz otoño de renacimiento.

Unloving

¿Imaginas cómo hubiera sido tu infancia si tus padres te vieran como realmente eras, sin juzgarte? ¿O si te hubieran validado cuando te sentías inseguro o dañado?

Durante la infancia, algunos experimentamos negligencia emocional, algo demasiado común que sucede en casi todas las familias. Esta forma de abandono es un proceso poderoso y doloroso que deja una marca indeleble en los niños que se ven afectados por ella. Así pueden crecer hasta la edad adulta sufriendo sus resultados, pero no recordarán cómo o cuándo dejó una huella en sus vidas.

La negligencia emocional puede ocurrir cuando los padres no responden lo suficiente a las necesidades reales y puntuales a lo largo de la crianza. En estas familias, los adultos no reconocen, validan ni preguntan sobre los sentimientos a sus hijos. Más allá de las muestras de cariño que pudieran transmitir, suelen ser personas que operan con una baja estima y una inmadurez perpetua.

En terapia, tomar conciencia de las creencias y suposiciones falsas que absorbimos, por causa de negligencia emocional, puede despertar un camino hacia la sanación.

Los estilos de vida de las familias emocionalmente negligentes pueden variar ampliamente. Padres que pudieron haber estado calientes o fríos, amorosos o enfadados, o incluso deprimidos. O haber crecido en un hogar monoparental o biparental, tal vez con uno de los progenitores que se quedaba en casa. Estas familias pueden haber incluido abuelos u otros miembros de la familia extendida. Pero en muchos sentidos, la estructura de la familia no importa. Lo que sí es cómo los sentimientos no fueron reconocidos o validados lo suficiente por nuestros mayores.

Los adultos emocionalmente descuidados podrían verse tan diferentes entre sí como lo hicieron sus familias.

Pueden parecer y actuar como si no tuvieran nada en común, pero todos comparten un grupo similar de luchas. Algunas de las más comunes son: sentimientos de vacío, miedo a depender de las personas, falta de autoconocimiento, pobre compasión por uno mismo (probablemente mucho para los demás), una tendencia a la culpa y la vergüenza, ira autodirigida, una profunda sensación de ser defectuoso o diferente, luchas con el autocuidado, problemas con la autodisciplina y dificultades para entender cómo funcionan las emociones en general.

Las personas que crecen con padres que ignoran los sentimientos creen que las emociones no son bienvenidas en el hogar de su infancia y tratan de evitar los sentimientos difíciles. Para aquéllos que han tenido esta experiencia, es importante tomar conciencia y comenzar un abordaje de rescate de todos esos sentimientos que uno ha secuestrado.

Cumplir como padres con las necesidades emocionales de la infancia es algo extraordinario. Por ello existe una plaga de desamor.

Feelin'

 

En mi experiencia, como paciente y terapeuta, una de las vías más potentes para apoyar a una persona en su proceso de sanación es permitiendo la emoción. El término emoción procede del latín, significa “el impulso que induce la acción” y es fundamentalmente adaptativa. Las personas, además de poseer emociones, necesitamos aprender a sentirlas y regularlas ya que constituyen una importante fuente de información y acción.

A no ser que los adultos de referencia nos enseñaran cómo fluir de manera sana con las emociones, de niños tuvimos que defendernos cómo mejor supimos. Y es que seguramente el dolor o la incomodidad, muchas veces, fueron tan intensos que aprendimos a ocultarlos. Una experiencia traumática puede llevar a la persona a desconectarse de su campo emocional antes de repetir la experiencia tan dolorosa que vivió en el pasado. Y para compensar esta desconexión emocional, la persona somatiza, siendo el cuerpo el que expresa lo reprimido emocionalmente.

En un proceso terapéutico uno de los aprendizajes clave en este trabajo es reconocer la figura imaginada de una niña interna. Todos aguardamos a un infante imaginario que guarda experiencias y aprendizajes emocionales. Cuando identificamos los mecanismos aprendidos de protección y evitación progresamos hacia un definitivo estado de mejora en el paciente. En sesión, generalmente se contacta con emociones que fueron bloqueadas o interferidas y no fueron gestionadas adecuadamente, por lo que quedaron acumuladas en la persona. Sabemos que lo que genera patologías son las emociones excesivas o las crónicamente bloqueadas.

Las aportaciones del análisis transaccional, la bioenergética y las técnicas de trabajo emocional están contribuyendo de manera definitiva a que un proceso terapeútico tenga lugar en un tiempo breve en comparación con terapias más analíticas. Todo ser humano, sin excepción, es valioso, importante, y debe ser tomado en cuenta en su totalidad. Lo que sucede es que por nuestro estilo de vida, tantas veces, el espacio terapeútico se consolida como el único lugar posible para darnos permiso y expresar un grito, un lamento o una honesta declaración.